El faro intermitente.

Vete. Si quieres irte vete. Quédate. Si quieres quedarte quédate. Estoy cansada de sujetar tu puerta, de verme en tu continua entre la espada y la pared, de sentir que iluminas cuando quieres y me apagas cada vez que no estás. Un faro intermitente en medio de mi nada que me seduce, me atrapa, no me deja pensar con claridad. 

Hace bastante que te siento cuando debiera maldecirte, que te añoro cuando debiera echarte. De mi vida, de mi mente, de aquellas ideas que dejaste un día caer, de repente y sin venir a cuento, como cada vez que apareces y te quedas, y yo no sé qué hacer. Cerrarte la puerta, echar el candado y empezar a caminar. Mirar a mi lado y dejar de imaginarte sin parar. No besar más camas vacías, nada de noches en vela, de angustias sin más. Está quien quiere, se queda el valiente y el que sabe amar. 

Se va el miedica, el cobarde, el que tiene miedo a decir porque diciendo se sabrá la verdad. Verdades a medias, mentiras jamás. Decías cada vez que te acercabas y sonreías y me hacías temblar. Lo único por lo que tiemblo es por no dejarte de ver jamás, por sentirme incapaz de dejarte de pensar, imaginándome un futuro que ni fue ni es ni será. Álzate, ponte guapa, baila, canta, ríe y bebe sin parar. Para luego sentirte vacía, vacía una noche más. 

Consejos que vuelan día tras día, que escucho e intento ignorar. Como aquel que me dijo que amar dolía y por amor jodió su felicidad. Felicidad efímera, intermitente, felicidad que viene y va. Como todas las noches que te busco y las que te encuentro no me vuelvas a mirar más. Ando en la noche, veo una luz, se apaga y no deja de temblar, es aquel faro que alumbra cuando se hace valiente pero por cobarde no me hará brillar jamás. 



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